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En los oscuros adentros de Runaterra, el súcubo Evelynn deambula en busca de su siguiente víctima. Acecha a sus presas con una voluptuosa fachada femenina, pero cuando alguien sucumbe a sus encantos, Evelynn libera su auténtica forma. Después somete a su víctima a un tormento atroz, deleitándose con su dolor. Para el súcubo, estos 'ligues' son aventuras amorosas inocentes. Para el resto de Runaterra, son historias macabras de lujuria retorcida y dantescos recordatorios del precio del deseo lascivo.

Dentro de las oscuras vetas de Runaterra, la demonio Evelynn acecha a su siguiente víctima. Seduce a su presa con la apariencia voluptuosa de una mujer humana, pero una vez que alguien sucumbe ante sus encantos, Evelynn revela su verdadera forma. Es en ese momento somete a su víctima a un inimaginable tormento y se deleita con su dolor. Para el demonio, estos encuentros son amoríos inocentes. Para el resto de Runaterra, son historias macabras de lujuria que terminaron mal y atroces recordatorios del costo que tiene el deseo lascivo.

Biografía[]

En los oscuros adentros de Runaterra, el súcubo Evelynn va en busca de su siguiente víctima. Acecha a sus presas con una voluptuosa fachada de mujer humana, pero cuando alguien sucumbe ante sus encantos, Evelynn libera su auténtica forma. Después somete a su víctima a un tormento atroz, deleitándose con su dolor. Para el súcubo, estos ligues son aventuras amorosas inocentes. Para el resto de Runaterra, son historias macabras de lujuria retorcida y dantescos recordatorios del precio del deseo lascivo.

Evelynn no siempre fue una talentosa cazadora. Empezó eones atrás, como algo prístino, sin forma y apenas consciente. Ese incipiente atisbo de sombra había existido durante siglos, adormecido e inerte ante cualquier estímulo. Y habría permanecido así, si el mundo no hubiese cambiado drásticamente por el conflicto. Las Guerras Rúnicas, como las conocerían todos, trajeron una era de sufrimiento generalizado que el mundo nunca había conocido.

La sombra despertó a medida que los habitantes de toda Runaterra empezaban a sufrir un amplio espectro de dolor, angustia y pérdida. La inexistencia vivida desde hacía tanto tiempo había sido reemplazada por las frenéticas vibraciones de un mundo agonizante. La criatura se estremecía de la emoción.

A medida que las Guerras Rúnicas se intensificaban, el tormento del mundo se hizo tan intenso que parecía que la sombra iba a estallar. Bebía del dolor de toda Runaterra, y para ella era un placer inagotable. La sensación nutría a la criatura y, al cabo del tiempo, la transformó en algo más. Se convirtió en súcubo, un parásito espiritual voraz que se alimentaba de las emociones humanas más básicas.

Cuando las guerras terminaron, el sufrimiento del mundo decreció, y la desesperación del súcubo comenzó a crecer. El único placer que había conocido nació de la miseria de otros. Sin su sufrimiento, no sentía nada, igual que en sus primeros días.

Si el mundo no proporcionaba el dolor que el demonio necesitaba para crecer, tendría que producir el suyo propio. Necesitaba infligir dolor en otros para volver a experimentar esa euforia.

Al principio, cazar una presa era todo un desafío para el súcubo. Podía pasar desapercibida en su forma de sombra, pero, para tocar a un humano, la criatura necesitaba manifestarse como algo tangible. Intentó confeccionarse un cuerpo físico a partir de su masa sombría, pero cada resultado era más monstruoso que el anterior y ahuyentaba a sus presas.

Sabía que necesitaba una forma que fuese vistosa para los humanos, una que no solo los atrajese hacia sus garras, sino que les ofreciese el éxtasis surgido de sus propios deseos, de forma que su dolor fuera mucho más placentero.

Comenzó a estudiar a aquellos a los que quería cazar desde las sombras. Creaba su cuerpo a su gusto, aprendió a decir lo que querían escuchar y a caminar de una forma que captase su atención.

En cuestión de semanas, el súcubo había perfeccionado su físico, y torturó a docenas de víctimas enamoradas hasta la muerte. Aunque se deleitase en el exquisito sufrimiento de cada una de sus víctimas, siempre quería más. Todos los deseos humanos son demasiado pequeños y siempre terminan demasiado pronto. Su dolor era demasiado efímero como para darle algo más que bocados de placer y apenas suficiente para saciarla hasta su siguiente festín.

Ansía el día en que pueda sumir al mundo en un caos absoluto y poder volver a una existencia de pura y exultante euforia.

Dentro de las oscuras vetas de Runaterra, el demonio Evelynn acecha a su siguiente víctima. Seduce a su presa con la apariencia voluptuosa de una mujer humana, pero una vez que alguien sucumbe ante sus encantos, Evelynn revela su verdadera forma. Es en ese momento somete a su víctima a un inimaginable tormento y se deleita con su dolor. Para el demonio, estos encuentros son amoríos inocentes. Para el resto de Runaterra, son historias macabras de lujuria que terminaron mal y atroces recordatorios del costo que tiene el deseo lascivo.

Evelynn no siempre fue una cazadora hábil. Comenzó hace millones de años, como algo primordial, amorfo y apenas consciente. Esta fragmento naciente de sombras existió, adormecido y sin responder a estímulos, durante siglos. Podría haber permanecido así si el mundo no hubiera estallado en conflicto. Las Guerras Rúnicas, como hoy las conocemos, fueron un período de inmenso sufrimiento que el mundo jamás había experimentado.

Mientras la gente de toda Runaterra comenzaba a experimentar dolor, angustia y pérdidas en grandes cantidades, la sombra despertó. La nada que había conocido durante tanto tiempo había sido reemplazada por las vibraciones frenéticas de un mundo en agonía. La criatura se estremecía entusiasmada.

Cuando las Guerras Rúnicas se agravaron, el tormento mundial fue tan intenso que la sombra sentía que explotaría. Bebió todo el dolor de Runaterra con desmesurado placer. La sensación alimentó a la criatura y, con el tiempo, se transformó en algo distinto. Se convirtió en un demonio, en un parásito espiritual voraz que se alimentaba de las emociones humanas más bajas.

Cuando las guerras llegaron a su fin, el sufrimiento del mundo disminuyó y el demonio se encontró en medio de una gran desesperación. La única satisfacción que conocía provenía de la miseria de otras criaturas. Sin su dolor, no sentía nada, como al principio.

Si el mundo no le daba el dolor que necesitaba para prosperar, tendría que encargarse ella misma. Necesitaba infligir dolor a otros seres para poder experimentar euforia otra vez.

Al principio, atrapar a una víctima era un desafío para el demonio. Podía moverse sin ser detectada en su forma de sombra, pero, para poder tocar a un humano, la criatura tenía que manifestarse como algo tangible. Realizó varios intentos para generar una forma física a partir de su sombra, pero cada una era más monstruosa que la anterior y, como resultado, ahuyentaba a sus presas.

El demonio entendió que debía tener una forma que fuera agradable para los humanos, una forma que los atrajera directo a sus garras, pero que ofreciera un éxtasis surgido de sus propios deseos, para que el dolor fuera mucho más dulce.

Desde las sombras, comenzó a estudiar a aquellos de los que quería alimentarse. Confeccionó su carne a su gusto, aprendió a decir lo que ellos querían escuchar y a caminar de una manera que encontraran seductora.

En cuestión de semanas, el demonio había perfeccionado su figura y logrado atraer a docenas de víctimas enamoradas a las que torturó hasta la muerte con sus propias manos. A pesar que se deleita con el exquisito dolor de sus víctimas, nunca está satisfecha. Los deseos de cada humano son muy pequeños y siempre expiran demasiado pronto. Su dolor, demasiado fugaz para generarle más que ligeras bocanadas de placer, es apenas suficiente para ayudarla a soportar hasta su próxima comida.

Ansía el día en que pueda sumir al mundo en absoluto caos para volver a una existencia de éxtasis puro y maravilloso.

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